Quiero compartir con Uds. este articulo de la Revista La Mano, de Mariana Martinez, del mes de abril, donde expone algo que muchos sospechan (o saben ) pero si bien se venia viendo en los ultimos dvds editados por la banda, creo que en la pelicula Shine a light se hace carne propia en cuanto a la posición de Jagger en el grupo y a hacia quien esta dirigida la pelicula. Ademas creo que le encuentra el punto justo a la realidad de Sir Jagger
Los JEFES No inspiran cariño
Es divo, loco y millonario. No es uno como nosotros. Ni tampoco quiere nuestro amor, asegura Mariana Enriquez. Es el jefe, y les jefes rara vez inspiran cariño.
Keith Richards siempre dice que Mick Jagger todavía no alcanzó su potencial. Y que si no lo logró a los 65 años, lo más probable es que no lo alcance nunca.
Quizá la frase sea una chicana más entre las muchas que se propina mutuamente este matrimonio añoso, pero hay algo de profunda verdad en esa consideración. Jagger es un personaje en extremo opaco que hizo un culto de su personalidad distante y de su frialdad, y eso le quitó fuego, emoción, rock. Sí, es un showman perfecto. Demasiado perfecto. Ahora, ya viejo, sigue moviendo las caderas como una jovencita, en un despliegue de ambigüedad que resultaría grotesco si nos no estuvieramos tan acostumbrados (imaginen a cualquier otro señor de sesenta parando la colita, y comprenderán a qué nos referimos con 'grotesco'). ¿Qué necesidad tiene este hombre de conservar con tanta desesperación su condición de fauno, de joven dios Pan? ¿Es lo único que tiene? Claro que no. Porque fue hermoso hasta el escándalo, porque es de hielo, porque su excelencia en los negocios es ejemplar y temible. Es fácil olvidar que se le ve el alma cuando toca la armónica o canta un blues, que es uno de los más negros de los artistas blancos, que más de una banda necesitaría un líder con semejante claridad y empuje.
Sucede que hay algo profundamente no rockero en Mick Jagger, y es que no se expone. Nunca. Esconde su alma, su tristeza. Allí no hay soul, no hay blues. De ahí la opacidad. Y no se expone ni siquiera cuando debería: antes de Shine a light, los Rolling Stones hicieron muchas películas con muchos directores famosos, pero ninguna tan mítica como Gimme shelter, de los hermanos Maysales. Y mítica porque registra el asesinato del fan Meredith Hunter en el catastrófico recital de Altamont de 1969 que le puso el final más amargo y cruel (¿y verdadero?) al sueño de los sesenta. Retomemos: los Maysles le pasan a Mick el fragmento donde se ve el crimen, claramente. El arma, el cuchillo. La cámara se detiene en el bellísimo rostro de labios carnosos y ojos verdes, inhumanos. No se le mueve un músculo. No dice nada, ni qué pena, ni pobre chico. Prefiere negar cualquier sentimiento -para el afuera, ¿quién sabe lo que esconde en ese alma que a veces se asoma? -ante un crimen que sucedió a pasos de él, un crimen del que muchos lo creen parcialmente responsable por haber cometido la tontería de contratar como seguridad a los brutales Angeles del Infierno de la Costa Oeste.
Desde entonces, no ha cambiado. Cuando se peleó con su hermano del alma Richards a mediados de los ochenta, cuando se lanzó como solista con She's the boss (un fracaso artístico abismal), en la época de Dirty work se mostraba burlón en las entrevistas, como si no le importara en absoluto. ¡y lo estaba perdiendo todo! ¡Su banda y su credibilidad! Nada: revoleaba el culo con Bowie en el video de Dancing in the streets y su cara cada vez se secaba más, los labios ahora finos como los de una serpiente. Ese hombre extraño que habla de su banda como de una empresa con empleados perezosos que debe azuzar, es un misterio que merece mucha más atención, porque su entrada en la vejez es sumamente insólita. lleva hasta límites insospechados las ideas de eficacia y durabilidad, como si fuera una publicidad ambulante de permanencia a cualquier costo, y de inmutabilidad. Los Stones no van a cambiar la lista de temas, ni los coreografiados shows: Mick Jagger está cómodo en lo previsible, es el control freak por antonomasia.
Es probable que esté completamente loco de una forma que la gente normal jamás podrá comprender, porque Rolling Stones hay cinco nada más, y sólo ellos saben qué es ser uno de ellos. También es probable que Mick, estudiante de economía antes de convertirse en estrella de rock, haya comprendido la cultura joven de los sesenta en su segunda acepción: la de crecer económicamente, dentro del capitalismo, con una profesión propia, autogestionada, diferente de las de los padres, siempre joven por definición. Si así fuera, Jagger siempre fue sincero consigo mismo y sobre todo con su público. Es decir, el "mito stone" a la Argentina, ese mito que se codea con el chabonismo barrial, es otro problema de traducción en este karma de vivir al sur. Mick Jagger es divo, loco y millonario. No es uno más de nosotros. No es de verdad. Nunca quiso serio. Y tampoco quiere amor. Para recibir cariño están Keith, Ron, Charly. Elos son adorables. Mick tiene que trabajar. Mick es el jefe. Los jefes no inspiran cariño. Con suerte, inspiran respeto. Y, siempre, tienen el poder.