Gracias a cross_fire_hurricane de IORR.
El concierto que México nunca verá Por José Jorge Martínez
El próximo domingo las cerca de 50,000 personas que alojará el Foro Sol, no verán a los Rolling Stones. Poco habrán valido las extenuantes filas y la frustración al escuchar en incontables ocasiones el tono de ocupado del 5325-9000. De poco, haber observado al otrora omnipotente mouse, impedido de abrir la página de Ticketmaster para la compra de boletos.
Quienes lograron conseguir su entrada, habrán invertido cientos y miles de pesos, pero solo observarán un show impecable que ha sido ejecutado ya casi en 60 ocasiones, desde que comenzó su gira el mes de agosto del año pasado. Pero los grupos rock, y muy en especial los Rolling Stones, no están integrados solo por los ejecutantes, sino también por una audiencia con posibilidad de inyectar adrenalina a los músicos directamente a la yugular. A diferencia de México y Estados Unidos, donde el espacio vital de los asistentes -entre 30 y 40 años- está determinado por las sillas desde el Steel Wheels Tour; en contraste con los recitales del 2003 en la arena de Wembley, donde ingleses entre 50 y 60 años promedio los disfrutaron sentados como si contemplaran una orquesta; en Buenos aires, los argentinos de un solo pinchazo catapultaron el martes pasado a los Rolling Stones a principios de los años ochenta.
Como si se tratara de un episodio de Tony y Douglas en el Túnel del Tiempo, la mayoría de los 60,000 fanáticos que poblaron el estadio del River Plate, agitaban sus cuerpos de entre 16 y 25 años de vida como miembros de una colonia de serpientes enlazados entre sí, provocando que los cada vez más satánicos y arrugados rostros de los Rolling, fueran sólo máscaras que disfrazan a los jóvenes actores de una compañía de teatro. Sin asientos de por medio, sin más de 3,000 pesos mexicanos para desembolsar y poder participar en el show desde la cancha, los argentinos hicieron por alrededor de 500, que Mick Jagger corriera por el escenario como no lo hacía desde 1981 en la gira Tattoo You cuando, al igual que ayer, la voz de la muchedumbre se imponía en ocasiones sobre el sonido de la banda.
Desde Jumping Jack Flash, al inicio del show, el público se convirtió en una masa danzarina, convirtió al Rock en Slam, en una gran baile circular y por lo tanto árabe, cuyo impulso hizo que Jagger con sus 62 años de sexo, drogas y Rock n Roll, representara como nunca I am Shattered .doesnt matter! Llegó Rain Fall Down del último disco y el sonido de los Stones se volvió una amalgama de Blues y Reggae (Black & Blue), mientras el sudor de cada uno se convertía en el sudor de todos, y anticipando lo que serían los mayores movimientos migratorios de la cancha: los que se darían cuando del escenario se desprendiera una pequeña nave en la que se transportaron los Stones para tocar Miss You, Rough Justice y Start Me Up a medio campo.
Los Stones, los Stones, vamo' los Stones, se escuchaba desde todas las esquinas del estadio, desde cada pedazo de tierra del campo de futbol, más fuerte que si fuera un partido de Argentina por el campeonato del mundo.
Los Stones, los Stones, vamo' los Stones
¿Quién en algún rincón del mundo hace coros cantando vamo' los Stones?
Y tenía que llegar el momento del Blues al dar inicio Midnight Rambler, en una versión tan larga, pero mejor que la del Get Yer Ya Ya¹s Out de 1969. Para muchos, quizá la mayor versión que jamás se haya ejecutado, y que apaciguó a la masa de ofidios, encantados por Jagger, el Harmoniquista de Hamelin.
Cómo en todas las crónicas, se habla más de Jagger, símbolo del grupo frente a la opinión pública. Es él quien provoca más seguidores al aparecer frente a la prensa como parte del Jet-Set y el mundo de la moda. Pero en la devoción por esta banda, hay una segunda religión, subterránea, más rockanrolera, la que basa su culto en Keith Richards, a quien el martes la vaticana multitud pidió su santificación.
Los Oleeoleeoe, Richaaards, Richaaards, Richaaards, que duraron varios minutos al momento de la presentación, hicieron que el legendario guitarrista se conmoviera al borde de las lágrimas y que en señal de pena, cubriera con las manos sus ojos repentinamente húmedos, antes de confesar frente al micrófono que la larga ovación le había hecho olvidar como presentar la siguiente canción. El gesto mereció aún más ³oeees², pero Richards alcanzó a reponerse para ejecutar This Place is Empty -en un concierto donde las baladas fueron reducidas al mìnimo- y proseguir también con Happy, brindando a la multitud uno de los mejores desempeños que ha tenido él como vocalista en toda su carrera.
Luego de dos horas cinco minutos, este público se vio obligado a admitir que la misa había terminado y que su sacerdote favorito no saldría más al escenario, por más que el público continuara coreando el riff de Satisfaction, a pesar de que la canción había terminado. Argentina es el único país donde la mayoría de los fanáticos profesa la religión de Richards y eso se explica porque la raigambre rockanrolera de este país no tiene comparación en el mundo. Richards representa la imagen viva de la vida al estilo rock and roll y aquí se reproducen constantemente jóvenes de 20 años que forman bandas y apuestan a vivir de esa manera. Si Inglaterra fue la madre, en el Siglo XXI la historia del Rock tiene que rescribirse y reinterpretarse desde Argentina, no sólo por la intensidad de los conciertos que han dados los Stones aquí desde 1995, sino porque es el único país donde ese estilo de música se trasmite de padres a hijos a través de las generaciones y por lo tanto es el lugar donde tiene futuro. Y hoy mismo, luego de 8 años de espera, otros 60,000 fanáticos demostrarán también que tanto esa raigambre les ha hecho extrañar a los Stones.