Historicamente a los mexicanos nos ha gustado viajar para confirmar proezas o visiones acerca de nuestros dioses y qué con el paso del tiempo se convierten en leyendas, recordemos el viaje que hicieron los antiguos mexicanos para fundar Tenochtitlan, recorrieron más de 800 kilometros desde Aztlán (por lo que ahora es Sinaloa) hasta el lago de Texcoco (en donde ahora es la Ciudad de México), viaje que duró cientos de años. El objetivo del viaje era encontrar la señal indicada por los dioses, en este caso tenían que encontrar un águila sobre un nopal devorando una serpiente.
Cientos de años después de iniciado el recorrido encontraron la señal, que era el lugar en donde debería fundarse la ciudad de los dioses, Tenochtitlan y así lo hicieron, sin importar que el lugar elegido era una ciénaga a orillas de un lago. Todas las orillas del lago de Texcoco ya tenían dueño por lo que se decidió construir la ciudad sobre el agua.
Así era México (1325-1521)
En esta ocasión el motivo de nuestro viaje es otro y nuestras deidades son diferentes. Pero seguimos recorriendo kilometros para confirmar su grandeza.