Dado que la cosa va de homenaje, adjunto una review que en cierta ocasión escribí sobre Electric Ladyland, probablemente el mejor disco de Hendrix.
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Aunque Jimi Hendrix no moriría hasta 1970, Electry Ladyland (1968) es el último disco de estudio que publicó en vida. Este disco doble, concebido como una obra conceptual, fue grabado sacando el máximo provecho a las últimas novedades de la tecnología de grabación. Y es que Hendrix no sólo fue un innovador en lo que se refiere a su indudable técnica instrumental, sino que también fue un innovador en el estudio, donde obtuvo resultados y calidades sin parangón en esa época. Este disco en concreto es la obra de la cual se sintió más satisfecho en todos los sentidos, y es que se volcó totalmente en ella, siendo además de su compositor, su productor y director. Para escucharlo en su máximo esplendor recomiendo hacerlo al menos una vez con auriculares.
Por aquel año, Jimi Hendrix ya tenía a todo Londres comiendo de su mano. Harto de recorrer el circuito del blues y del soul de los Estados Unidos, donde sirvió de músico de soporte en las giras de multitud de estrellas, Hendrix había llegado a la capital mundial del pop un par de años antes. Su aparición en la escena musical londinense fue todo un acontecimiento, como si se tratara de un extraterreste llegado desde no se sabe que lejana galaxia. De hecho, se dice que David Bowie pensaba en él cuando creó su Ziggy Stardust. Pronto las principales estrellas de la época cayeron encantados a sus pies. Pete Townshed, de los Who, dice que cuando le vio tocar por primera vez sufrió tal shock que fue incapaz de coger una guitarra en los días siguientes. Entre la corte de seguidores incondicionales se encontraban desde Paul McCartney (su mujer Linda fue la autora de la mayor parte de las fotos que acompañan este disco y se dice que el tema Sgt. Pepper fue escrito por Paul después de verle tocar), Eric Clapton (que cuando le invitó a tocar con él en directo no pudo menos que dejar de tocar para escucharle), Keith Richards (que al parecer tenía un santuario dedicado a Hendrix en su mansión londinense) o Brian Jones (el extraterreste stone, compañero de “viaje” de Hendrix y colaborador en algunas de sus grabaciones). En palabras de Neneh Cherry, Jimi ha sido el hombre más sexy que pisado este planeta.
Este disco cuenta con dos partes diferenciables: una primera con temas de diferente corte y temática, y otra que constituye en sí una obra conceptual. Aunque ambas están dominadas por la psicodelia, tal vez la primera parte sea más rockera y blusera, y por tanto más “fácil” de escuchar que la segunda, más “dura” y y más introducida en la psicodelia, aunque sin perder de vista nunca sus orígenes. En cuanto a la temática presentada en las canciones, tal vez predomine una visión endiosada de la Naturaleza, a la que nos presenta en muchos momentos desatada, mostrando toda su fuerza y poder. Este tema principal aparece más marcado en la segunda parte del disco.
El disco abre con ...And the Gods made love, tema introductorio plagado de efectos en estéreo que desemboca en Have you ever been in Electric Ladyland, invitación a despojarnos de nuestras ataduras a este mundo y hacer una visita a la tierra de la Dama Eléctrica, muy del estilo de otras obras dentro de este estilo (como Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, que abre el disco del mismo título de los Beatles, o Sing this all together, que abre Their Satanic Majesties Request de los Rolling Stones, ambos de 1967). A continuación viene uno de sus clásicos cañeros full-stereo, Crosstown Traffic, para pasar luego a la joya de esta primera parte: la monstruosa versión de Voodoo Chile, grabada en directo. En esta larguísima versión (más de 15 minutos), aparte de la maravilla que supone escuchar cantar y tocar a Jimi Hendrix, podemos escuchar también los teclados de Steve Winwood, o el sólo de batería de Mitch Mitchell. Blues de ambiente oscuro, megalomaníaco y casi demoníaco, muy bien arropado por los teclados. Finalizada esta canción vienen tal vez los momentos más bajos del disco (aunque no por ello quiera decir que sean malos, ni mucho menos): Little Miss Stranger, firmada por su bajista habitual, Noel Redding, y Come on (Let’s the good times roll), viejo tema sacado de su repertorio de rhythm & blues, supongo que introducido aquí a modo de relleno, pues sale de lo que es la tónica general del disco. Para finalizar el primer disco, tenemos otros tres temas bastante conocidos de su repertorio, Long Hot Summer Night (tema también encuadrado dentro del rhythm &blues, en la cual aparece al piano el ubicuo músico de estudio Al Kooper), Gipsy Eyes (simplemente impresionante y trepidante) y Burning of the midnight lamp (más intimista, poética y con sabor psicodélico: La mañana ha muerto/y el día también/no queda nada aquí que me guíe/excepto la luna de terciopelo).
La mayor parte de la segunda parte del disco fue concebida como una obra conceptual. Es menos apta para introducirse en el sonido de Hendrix, pues se puede calificar de “psicodelia dura” con algunos temas excesivamente largos, que la hacen más difícil de escuchar. Esta llena de efectos de sonido y guitarras distorsionadas. Cuenta con algunos pasajes de clara influencia blues e incluso podríamos decir también jazz. Para cerrar este segundo disco, tenemos otras dos clásicos indiscutibles. Primero All along the watchtower, tema de Bob Dylan, arreglado aquí por Jimi Hendrix “tal y como yo hubiera querido grabarlo” según declaró el propio Dylan al escucharlo. Este tema cuenta con la participación de Brian Jones en la percusión. Al parecer existe una versión en el que Brian Jones toca el piano, pero desde luego no es la que finalmente se publicó. Y para terminar, Voodoo Chile (Slight return), vision diferente, ahora en estudio, del tema ya presentado en el primer disco. Más corto y con diferente letra, aunque siguiendo la misma temática que la versión larga.
Os recomiendo la versión actual remasterizada y editada por la familia Hendrix. El libreto contiene gran cantidad de información referente al disco, contando con anotaciones a mano del propio Hendrix sobre la concepción del mismo.
La noche que yo nací, juro que la luna se volvió rojo fuego.
Oí a mi pobre madre gritar: 'Dios mío, la gitana estaba en lo cierto',
y la vi caer muerta allí mismo.
Porque soy hijo del Vudú, el Señor lo sabe, soy un hijo del Vudú.