En esos cines del Abasto proyectaron Víctimas de Tangalanga y no fui, porque era sólo martes y jueves, de 3 a 6 de la madrugada y para comprar una entrada pedían completar un formulario declarando las comisiones del permanganato, lo cual me pareció que no era lo más correcto.
Se ve que siguen en la misma joda, porque cuando uno se entera de estas funciones, ya es tarde y, de todas formas se dan en horarios marginales, por lo que ir a verlas significa terminar rodeado de homosexuales, travestis y lesbianas con muletas.
Había ido a Unicenter a ver Havanna Moon y ocupé mi lugar en la fila (porque decir "hice la cola" queda fulero), pero tardaban tanto los boleteros podridos en vender cada entrada, que empecé a fastidiarme y me pareció un ambiente tan fúlmine y contrario al rocanrol, que di media vuelta y me volví caminando a la casa que ocupaba en aquel entonces.
(Además estaba cara la entrada).
Lo importante acá es quejarse de las cosas.
Aparte que ese documental es una cagada, porque insisten sin parar con que el hombre blanco viene a liberarnos del pavoroso drama del comunismo y mezclan todo con todo.
Decir que el rock estuvo prohibido en Argentina es una paparuleada de campeonato. Si las dictaduras del sur siempre fueron de derecha y el rock es una de las expresiones más logradas de la cultura occidental, blanca y capitalista.
¿Qué me quieren empaquetar con esto...?
Personalmente, me gusta la parte de Argentina, porque se ven ciertos hilos, pero está bien. El resto de la película... es un tanto cachivache.
Esa idea de "vinimos a darle un poco de entretenimiento a estos pobres negritos oprimidos", no sólo es antipática sino que queda bastante en orsái cuando se conoce la realidad y no creo que los Rolling Stones estén de acuerdo, sino que ni les debe importar y le delegaron el trabajo a otro.
Seguramente Leavell estuvo a cargo porque todo lo malo tiene el sello de Chuck Leavell.