Rolling Stones - La Plata – 10/02/2016
Si tuviera esposa, estaría en un dilema: ¿le digo o no le digo?. Porque todos sabemos que con la verdad no se ofende ni se teme, pero hay “ciertas verdades” que pueden tirar por la borda años de convivencia en pareja.
La madre de Forrest Gump dice que la vida es una caja de bombones, yo digo que la felicidad es un recital de los Rolling Stones. ¿Y para qué vivir si no se busca la felicidad?.
Por tanto, creo que en este caso, haría pata ancha, como Patoruzú, aguantaría las cosas como son y me la jugaría por la sinceridad, como una demostración de franco respeto a esa hipotética compañera. La miraría a los ojos, lejos de interrupciones o distracciones y, quizás con una cerveza de por medio, le diría “mi amor, anoche hice el blues con los Rolling Stones”.
Para entender de qué hablo, busquen la versión de Midnight Rambler que nos mandamos juntos hace alrededor de 24 horas.
Jamás había escuchado eso, teniendo en cuenta que desde 1989 ese tema está en todas las giras. Ver a los Stones improvisando sonrientes porque les rompimos una rutina es un orgullo que voy a guardar por siempre en mi alma.
La lista de temas, de lo mejor que se puede pedir. Si hasta hicieron Can’t You Hear Me Knocking, arrancando mis primeras mariconadas de la noche, justo cuando todos coreamos el riffito del solo de Wood (es de Taylor, ya lo sabemos, pero Taylor que se joda; Wood corazón).
Cambiaron algo así como 5 temas con respecto al domingo para hacer una primera mitad de recital de la cajeta de Krishna, Sidharta y Govinda, todos juntos.
Despues, lo mismo de siempre. Pero mejor. Porque si el domingo estuvo bueno, anoche lo superaron ampliamente.
Cuando Richards está bien, todos estamos bien. En contraste con la fecha anterior, esta vez pIfió lo justo y necesario, dando esos guitarrazos diabólicos que llevan a los Stones a demostrar que no son ninguna leyenda, sino una realidad actual y contemporánea, si se me permite la redundancia.
Y el público ayudó. Sobre este punto, estaba bastante decepcionado y en los minutos previos al desconche que generó Jumpin’ Jack Flash, notaba con horror que me rodeaban puros neofloggers de telefonito y Periscope. “Otra vez vamos a estar tranquilitos”, pensé. Pero no: como suele suceder, me equivoqué y estuvimos todos cerca de nuestro nivel tradicional. Brindo por eso, esperando mayores demostraciones de gratitud para el sábado.
Seré cabeza, pero me gusta darles las gracias de esa forma.
Como me pasó el domingo, salí sintiendo que este fue el mejor recital de los Stones que presencié. Si eso no es quedar manija…
En definitiva, se mandaron una tremenda descarga de rocanrol, el público respondió y después de México o Cuba o lo que fuera, capaz, tal vez, en una de ésas, si Satanás quiere, para este año tenemos disco nuevo.
Por cierto, aún nos queda un recital más este Sábado, para seguir lloriqueando como nena con tal o cual estribillo.
Como dato de color podría comentar las huevadas que tiró Jagger en su español piripìtifláutico, pero prefiero enfocarme en el detalle de que después de décadas, vuelvo a ver a Richards usando afinación abierta con una Gibson.
Muy de niño pude conocer el significado del Ying-Yang, porque un pariente tenía un colgante con ese simbolito y se lo explicó a la hermana, delante de mí. Desde entonces lo tengo bien clarito: en todo lo bueno hay algo malo y en todo lo malo hay algo bueno, porque el día necesita de la noche; la rosa tiene sus espinas; el amor lastima y yo me clavé a La Berisso con sus lamentos de ricota rancia.
Equilibrio cósmico, simplemente.