Javier Martínez en La Perla
El sábado pasado pude cumplir con algo que hacía mucho me había auto prometido: ver a Javier Martínez en vivo.
Resulta que el sujeto se presentó en La Perla de Once, junto a un buen violero, un buen bajista y un buen tecladista. En resumen, una gran banda.
Presenciar un recital de Javier Martínez es una experiencia religiosa, al punto que llegué a sentir algo muy parecido a cuando Chuck Berry casi me hace llorar de amor, hace poco.
Pero a diferencia del viejo Chuck, Martínez se manda un gran recitalazo sin nada que objetar.
MI PRIMERA VEZ
No sólo fue mi debut como público activo del mentado baterista, sino que también me acerqué por primera vez a La Perla, no sin reparos y hasta con miedito por lo que podría encontrar, porque es básicamente un confitería y no un antro mugriento, húmedo y lleno de drogadictos adictos a la droguita. Es decir, un lugar inusual para mí.
Así las cosas, el recinto estaba copado por un público variopinto, que mostraba hombres solitarios, algún rockerito perdido, muchas familias, turistas y hasta niños en cochecitos. Pero todo esto, lejos de arruinar el clima, le confería al espectáculo un tinte de distensión y falta de pretención al pedo que realmente ayudó aún más a hacer de esa noche un episodio mágico en mi vida.
PRIMERO, LA INTERNA.
Cualquiera que le dé a la guitarrita eléctrica hoy en día debe reconocer a esos tipos que arrancaron con toda esta historia, como Rodolfo García, que organizó el evento. Pero los que estamos particularmente del lado pesáu de la música, a Javier Martínez le debemos tanto pero tanto que no ir a verlo tocar se me hace como una picardía que un día les va a pasar factura.
Mi consejo de amigo: vayan a verlo, que la música que tira desde el escenario está pum para arriba y encima se las ingenia para dejar caer alguna humorada al estilo de Tangalanga.
-“Basta de boludos” (Javier Martínez).-