UN DOMINGO NEGRO
El domingo pasado, en La Plata y luego de la presentación de Megamuerte, traté de mandarme de cabeza al campo VIP, desde el campo “trasero”. Y como no pude, hice berrinche y pataleo apenas me engancharon, así que antes de que la banda termine el primer tema ya estaba buscando algún barcito por la capital provincial.
Cualquiera diría que me comporté como un reboludo atroz, porque no vi el recital por el cual pagué.
Fui un pelotudo, sí, lo reconozco. Pero consecuente y consistente en mi pelotudez, antes que nada y primero que todo.
Desde que se anunció el evento, con el campo dividido, la música pasó a un segundo plano y en mi mente sólo hubo lugar para una idea: asesinar de una vez y para siempre el campo VIP, no por una cuestión de simple capricho adolescente sino motorizado por ciertos conceptos deontológicos, a los que subordiné todas mis pulsiones.
La deontología es el estudio de las normas éticas y morales que entran en juego al ejercer diversas actividades. Hablamos de lo que debe ser, por sobre lo que es, si se me permite la figura.
En un recital de rocanrol, el campo dividido NO DEBE SER, nunca; jamás. Ergo, el espectáculo fue sólo un ágape musical superficialmente impecable, pero intrínsecamente corrupto y despreciable.
¿Tan así? Y sí… ¿Acaso el rock no nos enseña que debemos eliminar las barreras que nos separan por cuestiones como… tener más o menos dinero?. ¿No era que todos tenemos un lugar junto a la brigada del metal?.
Los que defienden esta práctica comercial (sin connotar negativamente la idea de lo “comercial”), espetan cosas como: “Pasa que en Europa y EEUU se hace así. La banda organiza de esa forma y vos vas o no vas”, lo cual es cierto. Pero cierto también es que nosotros, el supuestamente bravo y pesado público del rocanrol argentino, somos unos maricones de campeonato al aceptarlo.
¿Es que no lo ven? El campo en un recital de rocanrol es un espacio que se ha ganado. Fue conquistado por aquellos que con una guitarrita cambiaron la vida en occidente, impulsando la tan mentada contracultura.
Pero claro… cómo convencer de esto a una población que permitió la destrucción sistemática del Estado Nacional, porque, total, con 1 pé podías comprar 1 dólar.
La política económica de ésos tiempos destrozó las conquistas legales de los que vinieron antes y así es como se aceptaron sin chistar las sucesivas reformas y flexibilizaciones laborales, con todo el bastardeo social que eso acarrea.
Y hoy vamos a ver a tres ex operarios fabriles, que se dedicaron a la musiquita por rebeldes y para pasarle por arriba a la miseria, pero… ¡qué chistoso!... NUESTRA ubicación tradicional fue manoteada por unos pocos que pagan el doble que el resto. Suena conocida la historieta: el evento se realiza porque hay una mayoría que asiste, pero una minoría se lleva la mejor porción del asunto, porque tiene más dinero.
Eso es lo que perdimos. A mí me echaron, pero la derrota nos cabe a todos.
¡VIVA CHILE, MIERDA!
En Chile no metieron VIP. Y acá muchos fuimos los que nos llenamos la boca amenazando con que saltábamos todos y cosas así. Es más, antes de War Pigs se corearon ingeniosas consignas al estilo de “tomala vos, dámela a mí; saltamos todos al campo vip”. Y sólo unos pocos nos mandamos.
Los chilenos, con ese acento ridículo y suave y sin un carajo de historia dentro del rocanrol se las arreglaron para poner las cosas en su lugar. Nosotros, con Manal, Pappo’s Blues, Color Humano, Riff, V8, Hermética y Almafuerte y Piazzolla y Luis Salinas y Tránsito Cocomarola y Raúl Barboza y el Tata Cedrón y Argentino Ledesma y todos los exponentes de música pesada y con güevos y principios… nos comimos las palabras que tan alegremente boqueamos.
QUÉ DECEPCIÓN…
Hace rato que vengo escribiendo, siempre apuntando a los demás. Pero tal vez el errado sea yo. Y si a la mayoría le parece perfecto que esto sea el rock, bueno… puede que el rock ya no sea para mí.
Sinceramente por eso elegí mandarme apenas empezado el recital, porque no me identifiqué con un espectáculo en esas condiciones. Era como estar en una cena de navidad con familiares medio desconocidos, donde uno no tiene un choto que hacer, siempre aburrido y fuera de lugar.
En fin… al menos me queda la tranquilidad de haber cumplido con mis palabras. Hace meses que venía tirando que detrás del VIP no lo iba a ver. Y detrás del VIP no lo ví.
UNA PEQUEÑA TRAGEDIA PERSONAL
A Edipo le tiraron la postasía de que mataría al padre y se empomaría a la madre, porque así estaba marcado por el Destino, ni más ni menos. Es decir… no había nada que hacerle. Así eran las cosas y punto final.
Pero nuestro amigo no se quedó tranqui; el tipo prefirió la acción y se fue a la bosta, desafiando a los dioses y desde su pequeñez humana, escupía para arriba porque tuvo el coraje de jugársela por su propia vida, por no caer en lo que para él era incorrecto. Edipo fue íntegro.
Por supuesto, no pudo evitar lo inevitable y recibió el castigo. En las tragedias el protagonista siempre recibe lo mismo: la muerte. Ya sea física o socialmente, pero el sujeto termina fuera de juego.
Así fue como el otrora Rey de Tebas quedó boyando por el desierto pateando arena y comiendo alguna ramita que pudiera encontrar por ahí.
Yo, por suerte, en vez de ramitas pude pedir dos cervezas en un restaurant al que llegué junto a otro expulsado. Y además disfrutamos de unas viejas que le daban al bolero en un karaoke que daba calambre.
LAS VUELTAS DEL DESTINO
Ya cuando la suerte estaba echada, acaecieron dos episodios curiosos que me empujan un poco a la superchería . Resulta que a mí me echaban por tratar de eliminar el campo VIP. Bien o mal o lo que sea, pero fue así. Y mientras salíamos con el otro expulsado, desde el asiento trasero de un auto, el Ruso Verea nos pregunta por el estacionamiento ¡VIP!. Norberto Verea, un tipo que se la pasa ponderando el contenido contracultural y libertario del rocanrol pesado me preguntaba por el VIP cuando a mí me echaban por accionar contra el VIP. Fue triste.
Como dije, no quería estar detrás de las vallas y no estuve. Quise saltar y salté. No tuve tiempo de mucho más, así que no hice mucho más, pero me fui conforme conmigo mismo, algo que no es nada fácil de alcanzar.
Así las cosas, mientras mis cansados y lentos piececitos me acercaban a mi casa, decidí dar uno o dos rodeos para poder acomodar las ideas antes de tirarme a dormir.
Filosofaba en soledad, por las calles de mi barrio cuando redepente los vi, ahí tirados en la vereda: seis billetes de $100.-
En una situación normal sería un episodio simpático y nada más. Pero en ese "constepsto" lo tomé como un mensaje divino (o diabólico, para el caso da igual). Alguien reafirmaba mis ideas y me decía claramente: "sos un repelotudo, pero actuaste bien, siendo consecuente y consistente en tu pelotudez".
Con esos 600 mangos cubrí la entrada, el viaje y las vituallas que compré allá.
Mágico.
CONSIDERACIONES FINALES
No fui golpeado por los de seguridad, ni vi que maltrataran a nadie.
Algunos al día siguiente decían “che, qué bien, regalaban agua en la valla”. ¡Pero carajo, es lo que siempre se hizo en los recitales! ¿Tan para la mierda estamos que ahora se sorprenden de esto?.
No hubo cacheo; se podía entrar con cualquier tipo de elemento contundente y o punzocortante, amén de armas de fuego.
Personalmente entiendo al rocanrol como una genuina expresión de perdedores, pero eso no alivia el pesar que provoca esta derrota, porque como dice la gorda Adela, “no puedo evitar pensar que pudimos haberlo tenido todo”.
En definitiva, hago mía la máxima de Alcides: “De última, se van todos a la puta que los parió y listo”.