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« on: Diciembre 26, 2005, 10:07:20 am »
Mick Jagger tiene aún cuerda para rato
“Pensé en meterme en la política por 10 minutos”
El líder de los Stones, demostrando una vez más que no tiene pelos en la lengua, hace un repaso de la actualidad de la mítica banda.
De El País para La Razón • Fotos: Archivo Reuters / AP
Sir Mick Jagger es todo un prodigio de la naturaleza. Con 62 años, el cantante de los Rolling Stones exhibe una mente alerta, una lengua rápida y el orgullo de haber hecho nuevamente un disco rotundo, A bigger bang, para mantenerse fiel a la filosofía del grupo, que jamás hace las maletas para salir a dar conciertos si no tiene nada nuevo que ofrecer. Hoy, cuando los Stones están inmersos en otra de sus mastodónticas giras, el polémico líder del grupo repasa el pasado y el presente de la banda.
¿Aún cree que los periodistas musicales odian a su grupo?
Pienso que han pasado por toda la gama de sentimientos que van desde el amor al odio. Fuimos el objetivo a batir desde los años del punk rock, ya sabes, éramos los dinosaurios. Pero los Sex Pistols se autodestruyeron enseguida y luego reaparecieron como un espectáculo de nostalgia, tocando las viejas canciones. Un poco vergonzoso, ¿verdad? Los Stones no salimos de gira sin repertorio nuevo.
¿Qué me dice acerca de sus escándalos y los patrocinadores?
Oh, los patrocinadores siempre quieren negociar conmigo. Y me aprovecho de que se quedan mirándome con la boca abierta. [Risitas]. Los Stones hemos sido patrocinados por coches, perfumes, cervezas, telecomunicaciones, de todo. Y lo único que he aprendido es que es mejor tratar con empresas familiares. Los jefes de multinacionales viven aterrados por el miedo a perder sus empleos si montamos algún escándalo.
Los Stones han dado conciertos privados para grandes empresas e incluso millonarios. ¿Cómo se sienten en esas ocasiones?
Solemos pedir que haya al menos un taco de entradas para gente de la calle. Pero tampoco pasa nada si sólo van invitados; si alguien nos paga no sé cuántos millones de dólares para que toquemos en su fiesta de cumpleaños en Las Vegas, puedes asumir que vas a contar con un público dispuesto a divertirse.
¿Qué ha ocurrido para que, a estas alturas, les salga un disco tan feroz como A bigger bang?
Hemos evitado la dispersión y los enfrentamientos. Nadie entra a grabar con mentalidad de pasarlo mal o de tirarse un año encerrado. Lo que decidimos fue limitar el número de personas en el estudio; buena parte de A bigger bang la hicimos entre tres o cuatro músicos con el ingeniero, sin asistentes. A menos personal, menos broncas. La tecnología permite ahora fundir el proceso de composición con el de grabación. Así que este es un disco de rock bastante tradicional hecho con métodos modernos.
La siguiente pregunta resulta estúpida, pero inevitable: ¿ésta es la última, la penúltima gira u otra más? Apenas ha pasado año y medio desde el cierre de la anterior, es como si quisieran aprovechar las energías crepusculares…
No perdemos de vista el factor diversión, aunque luego resulte que todo se pone cuesta arriba y disfrutes poco. Más o menos, siempre hemos actuado cuando nos apetecía, con nuestro compromiso de reaparecer con canciones nuevas. Y la complejidad de poner este show en la carretera nos ralentiza, no podemos hacer como Bob Dylan, que sale con cuatro músicos. Seguiremos haciéndolo mientras estemos a gusto. De todas formas, nadie le pregunta a B. B. King cuándo parará. Y él ha cumplido ya 83 años.
Una vez que la gira comienza y se comprueba que la maquinaria funciona, ¿hay algo que diferencie una actuación de otra?
[Medita antes de responder]. Desde luego, no todos los públicos son iguales. Intentamos evitar el automatismo. Personalmente, yo extraigo gran placer de actuar en países que nunca hemos pisado. Espero, por ejemplo, que finalmente podamos tocar en China.
Existe un documento muy curioso de 1979, cuando intentaron por primera vez girar por China. Es una propuesta oficial a la Embajada de la República Popular en Washington en la que los Stones se presentan como campeones de las masas proletarias, azote de la clase alta y no sé qué mentiras más… ¿Qué fue lo que ocurrió?
[Sonrisa mefistofélica]. Se lo encargamos a un periodista y cargó las tintas. ¡Pero era muy convincente! Lo que ocurrió es que me reuní con el embajador y no pude aguantar su hipocresía: un régimen que mató a 70 millones de sus ciudadanos por decisiones disparatadas de Mao y que me ponía objeciones a letras que tratan de sexo… ¡Por favor!
En unos documentos de Scotland Yard que ahora se han hecho públicos les definen como “los desechos de la sociedad”…
Exactamente dicen dregs: los pozos, las heces que quedan en el fondo del vaso o la botella de vino. Se lo tomaron muy a pecho. Yo denuncié que el policía que me detuvo era todo un corrupto, que te colocaba una papelina de heroína en un registro y luego negociaba contigo para que desapareciera la evidencia que había plantado. Le exoneraron, pero luego le apartaron discretamente de su cargo.
Lo de “heces” se lo aplican incluso a defensores suyos como Michael Havers [abogado, luego fiscal general con los conservadores] y también a Tom Driberg [diputado laborista]. Driberg no era un cualquiera: precisamente presidió la Ejecutiva de los laboristas e intentó convencerle incluso para que se presentara como candidato…
La realidad es que estaba atraído por mí. Sexualmente, quiero decir. No escondía su homosexualidad: él y todos sus colegas se reunían en un local llamado The Gay Hussar. [Risas]. Tom, bendito sea, hasta preguntó en el Parlamento por las humillaciones que me hizo pasar la policía. Y firmó aquel anuncio en The Times pidiendo la legalización del cannabis. Pocos políticos actuales se atreverían a tanto.
¿Realmente acarició la idea de entrar alguna vez en la política?
Sí, pensé en meterme en la política durante diez minutos. [Carcajada]. En los años sesenta, más que una brecha entre izquierdas y derechas, el enfrentamiento era entre jóvenes y mayores. Y parecía lógico que los jóvenes estuviéramos representados en el Parlamento. Pero que yo fuera el elegido… era un disparate.
No quiero ni pensar lo que diría Richards de verle en el Gobierno: ya le despellejó cuando se convirtió en sir Mick Jagger.
Hablaban los celos por su boca. Keith esperaba que también le ofrecieran semejante honor, aunque únicamente fuera por rechazarlo. Keith es más británico que yo, pero no está hecho para la vida social.
En su nuevo disco hay un “blues” hiriente llamado Sweet neo con, la primera canción de un grupo o solista de la primera división que ataca directamente al clan que ahora manda en Washington. Dado que usted se considera un conservador, habrá quien piense de que se trata de una jugada publicitaria…
Primero, soy conservador con ce minúscula; no tengo nada que ver con el Partido Conservador de mi país, que me parece bastante estúpido. Es posible ser conservador en cuestiones fiscales y tolerante en asuntos morales o de libertad de expresión. Detesto especialmente la sumisión de la política a la religión, con esos fundamentalistas cristianos que están dispuestos a lo que sea por frenar el islam. Me asusta que se haya vuelto a utilizar esa palabra española: Reconquista.
Cuando alguien lanza críticas ásperas a Bush, algunas cadenas y radios le trituran, ¿no tiene miedo de una posible respuesta?
¡Espero que vean el humor en Sweet neo con! Pero estoy preparado. Siempre digo a Keith que no deberíamos acostumbrarnos a que nos traten como monarcas en visita de Estado. En la pasada gira, cruzando de Canadá a Estados Unidos, nos pararon y nos desmontaron todo, todo. ¡Hasta nos sacaron perros! Hace unos años, entrando en Japón para promocionar una película, me retuvieron y me pasé un día explicando punto por punto mi historial delictivo. Fue interesante, los juicios y los arrestos ya los había olvidado.
Por último, me gustaría que hablemos de mujeres. Vista su experiencia, ¿tiene sentido el matrimonio en el siglo XXI?
¡Ja, no querrás que empiece con ese asunto! Ya he tenido demasiados choques con las feministas. Lo que sí creo es que deberíamos tener más opciones, diferentes fórmulas matrimoniales y patrimoniales. En muchos casos, la pareja monogámica para toda la vida no funciona.
Watts
Charlie Watts, nacido el 2 de junio de 1941 en Wembley, es el más serio y elegante Stone de todos. Un día, los Stones le pidieron que tocara con ellos. Charlie lo pensó. Esos chicos casi harapientos no lo seducían en lo profesional, aunque se había hecho buen amigo de todos, especialmente de Keith. Por suerte, aceptó y su vida cambió. Con todo, es el único Stone que nunca se ha divorciado y sabe mantener siempre las buenas maneras.
Richards
Una guitarra, un anillo en forma de calavera, una camisa casi siempre abierta que sobresale de los jeans, botas tejanas, una botella de whisky y unos ojos que dicen haberlo visto todo... ese es Keith Richards (1943), al que muchos definen como alma gemela de Mick Jagger. El guitarrista ha estado implicado en varias ocasiones en escándalos por droga.
Jagger
Michael Philip Jagger nació el 26 de julio de 1943 en Dartford, Kent, en plena Segunda Guerra Mundial. Sus buenas notas le permitieron acceder a una beca en la “London School of Economics” (donde abandonó el Mike por Mick). Nunca terminó la universidad, pues antes se convirtió en un Rolling Stone. Aparte de por sus buenas dotes para la música, es conocido por sus relaciones amorosas, que casi siempre han terminado muy mal.
Wood
Ron Wood nació el 1 de junio de 1947 en Hilingdon, en Gran Bretaña. Cuando Mick Taylor dejó a los Stones, en 1974, lo llamaron para sustituirlo. Es considerado un humorista incorregible, con alma de payaso, y buen músico.