Tal cual Gerardo. Los Stones ya tienen ganado un papel enorme en la historia cultural de la humanidad.
¡Larga vida!
He notado que muchos foristas no conocen el libro Stone Alone, espero que lo puedan conseguir porque no saben lo que se pierden, así que quiero dedicarles la primer página del mismo que a mí siempre me gustó mucho, porque relata un poco como las cosas suceden como de la nada hasta llegar a algo inconmensurable.
Algunas semanas antes de las navidades de 1962, me uní en Chelsea a un grupo desconocido de chicos que estaban aprendiendo a tocar música blues. Se llamaban a sí mismos “Los Rollin’ Stones”, Cuatro meses más tarde, un pequeño periódico de provincias escribió un artículo sobre nosotros. Lo guardé. Un mes después, ese periódico musical escribió otro artículo. También lo guardé. Poco a poco le sucedieron otros artículos. Los guardé. Más adelante, grabamos un single que funcionó moderadamente bien. Se publicaron más artículos de prensa. Los guardé. Hicimos unos cuantos programas en la radio y después un poco de televisión.
Tengo un hijo, Stephen, que tenía entonces ocho meses. Estaba orgulloso de él y quería que él estuviera orgulloso de mí cuando creciera. Decidí guardar algunos pequeños recuerdos de mi limitado éxito para que los viera cuando fuera lo suficientemente mayor para entenderlo. Quería que supiera que una vez había tocado en un pequeño grupo musical que había salido en la radio y en la televisión varias veces y que había grabado un par de singles “no demasiado malos”.
Compré un álbum de recortes, que pronto estuvo lleno. Compré otro y al cabo de unas pocas semanas también estuvo lleno. Compré otro y otro y otro más. Se publicaron artículos en rápida sucesión, demasiado rápidamente para que yo pudiera mantenerme al día en mi escaso tiempo libre. Lo puse todo en un pequeño baúl, pero pronto se llenó. Compré otro baúl, y otro y otro más. Los artículos seguían llegando.
En realidad Stephen no mostró demasiado interés por mi carrera hasta tuvo siete años. Durante su primera semana en el internado, un chico le hizo la inevitable pregunta: “¿Qué hace tu papá?” Stephen contestó con total inocencia: “Es uno de los Rolling Stones”. Cuando Stephen llegó a casa el fin de semana siguiente, me empujó a un lado y me dijo tímidamente: “¡No sabía que eras tan famoso!”
¡Yo tampoco hijo, yo tampoco!
Dedico este libro a Stephen, quien, sin darse cuenta, se ha asegurado de que nunca me sentiré tan famoso.