MUY BUENO PARA LEERSE...
EL ARTICULO SE LLAMA "PINTALO DE NEGRO"
señales de humo
José Ignacio Lapido
AYER , seguramente, la noticia más buscada en internet fue la que daba cuenta de las declaraciones de Keith Richards en las que aseguraba haberse esnifado a su padre. Así, como suena. No especificaba si lo hizo con un turulo de oro o con un billete enrollado de cien dólares; tampoco, si el colocón fue placentero o no, pero las palabras del guitarrista de los Rolling Stones no dejaban margen a la indiferencia: “Él (su padre) fue incinerado y no pude resistirme a hacerme un tirito con sus cenizas. A él no le habría importado. No le importaba una mierda”.
No me negarán que es enternecedor.La simbología de la muerte, tan presente en nuestras calles estos días de incienso, adquiere con semejante confesión una nueva perspectiva y me hace pensar, como teósofo aficionado que soy, lo parecidas que son, salvando las distancias, la mitología cristiana y la del rock & roll.Buena parte del basamento teórico del cristianismo se fundamente en la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Una mezcla de confusos datos históricos, escritos de dudoso origen y creencias sobrenaturales han sido, a lo largo de los siglos, los pilares sobre los que se alza la poderosa superestructura que es hoy en día la Iglesia Católica.El rock & roll, como religión pagana y politeísta que es, también tiene sus santos, sus ángeles caídos y sus dioses. Un olimpo eléctrico de lo más entretenido, prolijo en leyendas negras y martirologios varios. Y a fin de cuentas los rituales de culto del r&r no son tan diferentes a los del catolicismo. No existen cofradías, pero casi. Ahí están las procesiones al cementerio parisino de Père Lachaise para poner flores en la tumba de Jim Morrison, como si de un fray Leopoldo melenudo se tratase. Las novenas pacifistas que se organizan todos los 8 de diciembre en recuerdo de san John Lennon, caído en acto de servicio. O las no menos devotas romerías a Las Vegas en busca de Elvis, al que muchos creen vivo, o tal vez resucitado.
El bueno de Richards, auténtico príncipe de las tinieblas del rock, cuenta por millones a sus fieles en todo el mundo, muchos de los cuales darían lo que fuera por besar el anillo de plata con forma de calavera que luce en el dedo corazón de su mano derecha. Hace años que se le reprocha no haber muerto joven y haber dejado un bonito cadáver. Ahora nuestro hombre dice sentirse disgustado por haber salido de la lista de personajes con más posibilidades de palmarla en los próximos diez años. Para contrarrestar la pesadumbre se hace una raya con las cenizas de su padre. Genio y figura.