Esta lectura es para personas que les
guste la música y el mito de:
THE ROLLING STONES...BOB DYLAN......
Solo hay que leer para poder comprender...
el ayer y el hoy.....
Te invito a disfrutar de esta largaaaa lectura....
sentimientos para tu alma .....
saludos...
Los jóvenes abuelos del rock
LOS DINOSAURIOS DE LAS BANDAS ROCKERAS CONTINÚAN REALIZANDO GIRAS ALUCINANTES POR EL MUNDO. KEITH RICHARDS, RON WOOD, MICK JAEGGER, CHARLIE WATTS, BOB DYLAN Y OTROS HAN ENTRADO EN LA LEYENDA CON TODO Y SUS ACHAQUES. AHORA SE ARMONIZAN LA MÚSICA Y LA LITERATURA. HASTA QUE EL CUERPO AGUANTE.
Por Mauricio Ojeda
La Ley de Gravedad postula que todos los cuerpos son atraídos hacia la superficie de la Tierra con la misma aceleración, independientemente de su masa. Es un efecto que no pudo eludir Keith Richards, guitarrista de los Rolling Stones, cuando cayó de una palma de coco mientras descansaba en un fastuoso hotel de Fiji, hace poco más de tres meses.
A sus 62 años de una vida plena de rock que se entrevé en su talante insolente y sus profundas arrugas que fulguran como las cicatrices de un bárbaro, el veterano músico sufrió una contusión cerebral que estuvo al borde de ocasionar la cancelación de la última gira de los Stones: Bigger Bang. Cuando los medios especulaban y lo daban por jubilado y lo postraban en una cama de por vida, la herida sanó y el salvaje Richards volvió al ruedo. Hoy está acompañando a los demás miembros de la banda en los escenarios de Europa. Pero él no fue la excepción. Días antes de reiniciarse el tour se confirmó que Ron Wood, segunda guitarra de la agrupación, había sido internado en una clínica de Londres por alcoholismo. Wood, de 59 años, fue dado de alta para unirse a la banda liderada por Mick Jagger. Para rematar, Charlie Watts, de 66 años, fue diagnosticado con cáncer de garganta, pero por suerte para él y el grupo, detectaron la enfermedad a tiempo y continuó al frente de la batería.
Son estos episodios y el talento lo que les imprime un carácter único a las giras y consagran a los rockeros y los vuelven leyendas. Antecedentes de este género les sobran a los Stones.
Del mismo modo le aconteció alguna vez a Robert Zimmerman, más conocido como Bob Dylan, que luego de un accidente en una motocicleta en 1966, entró en supuesta decadencia. El compositor de la poesía eléctrica, el cantautor de la lírica folk, originario de Duluth, Minnesota, el artista musical más influyente de los pasados años sesenta, incluso fue atacado y abucheado en público, al iniciarse la siguiente década, por los mismos que se proclamaban sus seguidores. Sin embargo sus canciones se impusieron a la época, una tras otra, año tras año. Luego de encarar crisis religiosas y quebrantos de salud y haber protagonizado marchas en defensa de los derechos civiles –como en 1975 con la gira Rolling Thunder Revue–, Dylan, de 69 años, sigue complaciendo al público con su armónica, su guitarra y su rauca prosa que va más allá de la voz y que brota de sus entrañas con la propiedad del que canta y toca con alma y corazón. Así lo apreciaron los asistentes a su última gira de conciertos que concluyó en San Sebastián, España, a comienzos de este verano. Pero en esta ocasión el propio poeta vetó cualquier alusión política.
Lo cierto es que ni los accidentes ni las adicciones han impedido que tanto los integrantes de los Rolling Stones como el autor de Like Rolling Stone continúen rodando por el mundo. Todo lo contrario, con repertorio actualizado y la experiencia a cuestas de las giras y el ajetreo que éstas implican, sus espectáculos se consolidan como los más apetecidos del rock. Una boleta del tour Bigger Bang puede llegar a sobrepasar los 300 euros, dinero justificable para algunos de sus fanáticos y que no sorprende si se tiene en cuenta que detrás del negocio se mueven millones de dólares y contratos cada vez más jugosos para los veteranos intérpretes.
Estas serpenteantes rutas por ciudades, pueblos y países no sólo han consolidado las bandas como tal sino que además han entusiasmado a generaciones de admiradores y músicos y han inspirado obras que entremezclan de manera magistral la literatura y el rock y que siguen la línea de los relatos sobre las memorables giras de bandas clásicas.
Tal es el caso de dos crónicas escritas por dos grandes plumas norteamericanas, las cuales narran con profunda óptica y desde el epicentro los viajes que emprendieron Dylan y los Rolling Stones por los Estados Unidos en una década marcada por la guerra de Vietnam, la transición del rock a industria, las manifestaciones, el sexo y las drogas.
La primera, titulada Viajando con los Rolling Stones (A journey through America with The Rolling Stones), fue escrita por Robert Greenfield, que en 1972 recorrió más de 12.000 millas con la agrupación y se convirtió en el primer y último periodista en infiltrarse en el corazón de una excursión de los Stones. Greenfield no omitió detalle alguno. Como un espía les siguió el rastro a los jóvenes artistas y fue testigo del nacimiento de un fenómeno musical y social en momentos en que una boleta no sobrepasaba los seis dólares y los británicos no recaudaban más de 250.000 dólares por gira. Captó la euforia del espectador y del rockero y presenció espectáculos delirantes en escenarios y en habitaciones de hoteles baratos. Encontró historias de groupies –mujeres que compartían sexo, secretos y drogas con los artistas– y de fanáticos, como la de Cynthiya Sagitario que se recorrió todo el país en autostop (echando dedo) detrás de sus ídolos y fue violada en más de una ocasión en las carreteras. Compartió con los músicos y con “conejitas” un baño romano en la Mansión Playboy cuando en Norteamérica se imponía el quaalude –droga que hacía hablar incesantemente–, y estuvo en fiestas de hoteles de Texas con la princesa Radziwill y Truman Capote. La gira, que comenzó en Los Ángeles y que en ocasiones contó con Stevie Wonder como telonero, remató en Nueva York después de dos meses de conciertos y excesos.
La segunda crónica, llamada Rolling Thunder: con Bob Dylan en la carretara (Rolling Thunder Logbook) del polifacético Sam Shepard –célebre por guiones cinematográficos como París Texas y Zabrinski Point–, hace alusión a la gira que emprendió Dylan en 1975 por veintidós ciudades del noroeste de los Estados Unidos dentro del marco de la caravana circense y benéfica Rolling Thunder Revue que surgió por la detención del boxeador negro Huracán Carter acusado de triple homicidio, y la cual fue considerada por el escritor “un espectáculo de magia con un hechicero auténtico (Dylan)”. El periplo, más allá de ser una gira de conciertos, se convirtió en una peregrinación por pueblos y pequeños escenarios en la que participó también la cantante de folk Joan Baez. Junto con Dylan, cuenta el autor, eran capaces de encender a punta de música hasta las poblaciones más sombrías y recatadas. Millas de carretera al compás de poesía hecha música, actos teatrales, diálogos improvisados, más groupies y más drogas, y una función de cierre en Nueva York presidida por Muhammad Alí en respaldo a su colega Rubin Carter, forman parte de ese relato de Shepard, quien fue contratado por el propio trovador para que escribiera el guión de una película sobre la travesía.
Ambas obras son, pues, un viaje a los años setenta cuando adentro y fuera de los escenarios se inhalaba rock y se exhalaba lujuria. Son clásicos del periodismo contracultural que exponen de manera intrínseca el origen de grandes bandas y revelan el secreto de la trascendencia. Bien lo dice el español Diego Manrique, experto en temas de rock y autor del prólogo de Viajando con los Rolling Stones al referirse al entorno de las giras en medio de la diversión, el frenesí y los círculos de poder. “Quizás aquello se parece demasiado a una temporada de servicio en Vietnam, eso que la jerga militar también denomina tour: sólo sobreviven los más fuertes y los más afortunados. Y ni siquiera ellos se dan cuenta de lo mucho que han quedado tocados”.
:wink: :wink: bye...