Hablando de Dylan:
LLEGA A ESPAÑA EL LIBRO DE SAM SHEPARD
'Rolling Thunder', la crónica de Dylan en la carretera
Dylan y Ginsberg, junto a la tumba de Kerouac, en 1975. (Foto: K. Regan)
Dylan y Ginsberg, junto a la tumba de Kerouac, en 1975. (Foto: K. Regan)
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Actualizado lunes 17/04/2006 18:56 (CET)
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LUIS ALEMANY
MADRID.- 'Rolling Thunder: con Bob Dylan en la carretera', la crónica de Sam Shepard sobre el enloquecido 'tour' de 1975 del cantautor, se publica ahora en España. Dylan recorrió las carreteras secundarias del noreste de Estados Unidos junto a Joan Baez, Joni Mitchel y Allen Ginsberg y resumió su experiencia con una frase mítica: "Dejé la carretera y veía doble, pero seguro que fue un viaje fenomenal".
Hotel Seacrest, Falmouth, Massachusetts. Octubre de 1975, temporada baja en un modesto destino de vacaciones de la costa de Nueva Inglaterra. Una legión de mujeres judías de mediana edad juegan en el salón al 'mahjong', una especie de dominó chino, cuando una extraña presencia irrumpe entre ellas. "Con ustedes, uno de los más famosos poetas de América, ¡el señor Allen Ginsberg!", anuncia el gerente del Seacrest, no del todo consciente de lo que espera a sus huéspedes.
"Las señoras sonríen caritativamente y Allen comienza su poema. Su larga, terrorífica, dolorosa plegaria a su madre. Aquéllas son madres también, pero la aguja está demasiado cerca de la vena. Las madres pasan de la aquiescencia paciente a las risitas incómodas y la indignación absoluta".
Palabra de Sam Shepard. El escritor y actor estadounidense (Illinois, 1942) asistió a la extraña escena en su condición de guionista a sueldo de una película imposible que habría de ilustrar la gira Rolling Thunder. Un frenético tour que puso en la carretera (en las carreteras secundarias del nordeste de Estados Unidos) a una selección de lunáticos reunidos por cortesía de los años 70 y que, al cabo, dio pie a un título mítico en la historia de la literatura de tema rockero: Rolling Thunder (ahora publicado en España por Anagrama).
Allen Ginsberg y Sam Shepard son dos de los nombres reconocibles para el público. Pero no los únicos. Joan Baez y Joni Mitchell también compartían furgoneta y euforia con el autor de 'Aullido', un par de asientos por delante de Roger McGuinn (el guitarrista y cantante de The Byrds), del countryman Rambling y de los cantantes Jack Elliott, Kinky Friedman y Bob Neuwirth.
Una troupe anárquica que, sin embargo, tenía jefe: Bob Dylan. Aquél era el Bob Dylan de 1975, el que vestía sombreros de tahúr y chaquetas de pirata como si fuera un Miles Davis blanco. El Dylan que facturaba discos intimistas como 'Blood on the tracks' (1975) y álbumes salvajes como 'Planet waves' (1974). El Dylan, en fin, que cerraba sus conciertos con aquello de "everybody must get stoned" ("Todo el mundo debería colocarse"), el estribillo de 'Rainy Day Woman # 12 & 35'.
Esa versión de Robert Allen Zimmerman fue la que irrumpió con un telefonazo un día en el rancho que Shepard había alquilado en San Anselmo, California, con su mujer de entonces, O-Lan Jones. "Llamó Dylan, volverá a llamar", encontró escrito en una nota el escritor, que por entonces no había escrito sus célebres 'Crónicas de motel' y que aún era titular de una modesta carrera cinematográfica y un dramaturgo independiente.
Para cuando se quiso dar cuenta, Shepard había recorrido miles de kilómetros en tren ("nunca cojo aviones") hasta Nueva York, con el encargo de escribir, casi en tiempo real, el libreto del filme que unos esforzados (pero no muy hábiles) camarógrafos trataban de rodar entre extravagancia y extravagancia de las estrellas.
Shepard comprendió inmediatamente que la presencia de un guionista en aquel delirio estaba condenada al fracaso, así que se dedicó a ser el testigo literario del viaje.
"'¿Por qué mentías siempre?' 'Yo nunca he mentido. Eso fue aquel otro tío'". Así discuten ante las cámaras (y ante Shepard) Dylan y Joan Baez. Ella viste con un traje de novia que le ha regalado una vieja camarera gitana y él está "empapado en coñac", según la crónica. "¿Qué hubiera pasado si nos hubiéramos casado, Bob?", continúa Baez. "Me casé con la mujer que amo", replica Dylan.Y su guionista sentencia: "Esto se está convirtiendo, o bien en el peor melodrama del mundo o en la mejor confesión cara a cara que se haya filmado nunca".
El viaje se convierte así en una sucesión de 'performances' firmadas por los amigos de Dylan, alimento perfecto para la literatura descoyuntada y potente de Shepard. En Plymouth, por ejemplo, Ginsberg y Ramblin' Jack convierten una escena de aire shakesperiana en un delirio anfetamínico. En Lowell, mientras, el propio Ginsberg y Bob Dylan se dejan caer por el cementerio del pueblo y visitan, guitarra en mano, la tumba de Jack Kerouac. Después, visitan la taberna de los cuñados del autor de 'En el camino' y se emborrachan hasta la náusea.
La mitomanía también alimenta el final de Rolling thunder en el Madison Square Garden, ante una multitud a la que se suma también Mohamed Ali. Fue entonces cuando Bob Dylan pronunció el epitafio de su gira: "Dejé la carretera y veía doble pero seguro que fue un viaje fenomenal".