31/08/05
http://www.clarin.com/diario/2005/08/31/espectaculos/c-00705.htmMUSICA: ENTREVISTA CON LOS ROLLING STONES
Un gran disco de una banda aún más grande --------------------------------------------------------------------------------
¿Qué sobresalta en una primera escucha (hecha en las oficinas del sello EMI en tiempos de temor a la piratería) de los 65 minutos en 16 canciones de A Bigger Bang? Que después de pretender aggiornarse en los '80 (caso Undercover), definir su perfil de "banda millonaria profesional a escala de estadios" en los '90 (caso Voodoo Lounge), o re-empacar grandes éxitos (Forty Licks), llegó la hora de recordar por qué los Rolling Stones es una banda de rock tan original, más allá de los moldes compositivos a los que no renuncian (She Saw me Coming parece un deja vu, rutina stone; Rough Justice repasa el estribillo de Brown Sugar).
No es una banda "hard", ni lo pretende como en tiempos de afectaciones y vanos exhibicionismos de vitalidad Viagra (Voodoo y Bridges to Babylon). Es lo contrario de la banda monolítica, apelmazada en su orquestación: cada músico es un intérprete (no un mero instrumentista) de la canción con la suficiente soltura y espacio para destacar su aporte al swing y al groove. It Won' t Take Long retoma esa sensación 100% stone de hamacarse en swing tipo Sway (71) y la excelente Rain Fall Down hace del groove disco un mantra carnal. Así, los Rolling no transmiten fuerza sino sensualidad, vulnerabilidad ante el deseo y arrebato caótico. De ahí que no importe la edad, o mejor sí: lo de ellos es una visión madura (no adulta) del sexo, lejos de aquella patada de testosterona de 40 años atrás.
Es uno de los pocos ensambles que no calca los formatos de las músicas afroamericanas, sino su ingeniería. No se escucha un "blues", sino un modo de sentir un blues que ya es marca de fábrica de los Rolling Stones. Tal el caso del flamante Back of my Hand, en la línea Love in Vain o You got to Move, donde slide, armónica (¡qué solo!) y pandereta mantienen el mid-tempo en estado de suspensión tántrica, sin altibajos. A Bigger Bang enfoca otra vez la puesta en escena de una banda con voluntad de intensidad, como en los primeros '70 (se los siente disfrutar de estar tocando).
Incluso hay dignidad en los rellenos: el mid-tempo de Let me Down Slow, con un estribillo FM al modo de Anybody Seen my Baby?, Look What the Cat Dragged in, que nos recuerda cuánto de stone tenían los INXS, y Driving too Fast (justamente un ejercicio de velocidad del que Oasis podría aprender). Pero adquieren relieve las dos canciones que canta Keith Richards, la excepcional balada de piano y whisky This Place is Empty (estilo Losing my Touch, 2002) e Infamy, un trip hop con coro y armónica que cierra el disco. En la primera, casi una Angie para Goyeneche, la voz de bajo cuarteado parece conectar garganta con hígado aportándole un tono violáceo al disco. Un estremecimiento sórdido. Ese nivel de sentida emoción lo consigue Jagger en otro punto alto, Laugh, I Nearly Died. Rock tan reptil y desolado que parece salido de un disco del grupo Television, mientras se le oyen cosas terribles a Sir Mick ("Casi me muero", "Perdí mi hogar"). Termina como empieza We Are the Champions (Queen), pero triste. La arrebatada Oh no, It's You Again comparte esa aspiración a "big bang" del disco (punto de hervor al final de cada tema) y temor ante la atracción de una mujer con Dangerous Beauty (un riff que silabea el de Jumpin' Jack Flash) y la power ballad Biggest Mistake. En Sweet Neo Con, el liberal Jagger arenga contra el republicano Bush como si hiciera un Live 8 él solito. Más allá de ciertos tics compositivos, estamos ante un gran disco de una gran banda.
Pablo Schanton