Kizz: buen punto. Yo siempre he pensado que las drogas son "política", en el sentido de "postura social" o "posición política". Es decir: hay tiempos en que las drogas son una especie de respuesta o contra-respuesta a un sistema opresivo, y hay ocasiones en que las drogas son contraproducentes. Muchas veces son referencias sociológicas, actitudes. En los años setenta, si alguien tomaba drogas, como Keith Richards, se convertía en una especie de forajido fuera de la ley que, como esos pistoleros solitarios del Far West, o los piratas del Caribe, se enfrentaban a un sistema hipócrita, de vidas vacías, hipócritas, insulsas y llenas de hipocresía.
Los Rolling Stones, si los analizamos desde ese punto de vista, fueron "auténticos" en eso: gente, jóvenes adolescentes que se enfrentaban a un sistema que, perdón por la redundancia, sistemáticamente, obligaba a los jóvenes a estudiar una carrera, conseguir pareja, casarse, comprar una casa e hipotecar sus vidas para el resto de sus vidas: bancos, préstamos, cuenta corriente, el sueldo a fin de mes, etc.
En los años sesenta, esos jóvenes se rebelaron contra una vida "prefabricada", diseñada de antemano. Por eso estaban todo el tiempo hablando del "Sistema", del "Establishment". El mundo occidental había llegado a tal estado de producción y consumo que la gente, las generaciones, parecían haber sido creadas para producir y consumir.
De ahí el éxito, rebelde, de canciones como "Satisfaction" ("No puedo sentir satisfacción/ y eso que lo intento, y lo intento, y lo intento/ pero no me satisface/ el tipo que me dice lo blancas que pueden estar mis camisas/ o la clase de cigarrillos que debo fumar/ para sentir satisfacción"). Esa canción electrizó a los adolescentes de todo el mundo, de China a Singapur: adolescentes que querían el mundo que The Beatles proponían, pero que no se atrevían a liderar: un mundo diferente con símbolos diferentes. En lugar de Jesucristo, Mathamma Ghandi, en lugar de la Iglesia, Jesuchrist Superstar.
Los Stones proponían "Symphathy for the Devil". Simpatía por el diablo. ¿Qué era el diablo? El diablo eran las drogas, el alcohol, el sexo, lo no permitido. Pienso que Nietzsche habría disfrutado muchísimo con los Rolling Stones. Igual que, en vida, escribió un libro sobre Wagner, habría escrito un libro sobre los Rolling Stones.
Desde Brian Jones, no utilizaban las drogas como tranquilizantes, sino para enfrentarse a la policía. Les gustaba más ser objetos de caza de la policía que las drogas en sí. A Brian Jones le fascinaba más llevar drogas en su coche que consumirlas. Sólo que quiso ser tan rebelde y consumir tanto, que eso acabó matándolo. Keith Richards emprendió el mismo camino. Se convirtió en un outsider, un antisistema. Hasta que, en 1977, en Canadá, comprendió que él ya formaba parte del sistema. O que el sistema había incorporado su propia imagen.
El rebelde era ahora un multimillonario. Ya no era el chico de la calle que canta su canción, ni el luchador callejero, ni el rebelde sin causa.
Era, simplemente, un drogadicto multimillonario que podía permitirse el lujo de cambiarse la sangre en Suiza a base de miles de dólares. Y que luego cumple los cuarenta años, y empieza a cansarse, y los cincuenta, y los médicos empiezan a decirle que, como siga así, no vive diez años más.
Y como a todos los seres humanos nos encanta esta cosa llamada vida, pues este tal Keith Richards se lo replantea todo. ¿Rebeldía o romanticismo? ¿Llegar a los ochenta, todo cascado, o morir como Brian, joven, guapo, una leyenda, un mito?
Keith, como todos nosotros, prefiere lo que preferimos: respirar el aire de cada día. Vivir. ¿Morir como héroes? Mejor vivir en las mejores condiciones.
Los Stones iniciaron una guerra usando drogas en los años sesenta. Esas drogas se llevaron por delante a mucha gente. Por actitud contra el sistema, por pasión, por romanticismo. Todos aquí añoramos a Brian Jones. Pero él murió.
Yo habría preferido verlo hoy, aquí, vivo, viejo, achacoso, calvo, con ojeras, sesentón. Y aún tocando su música. Hoy, Brian es una fotografía. Si hubiera vivido sería un abuelo interesante que sigue tocando su vieja guitarra y su vieja armónica. Y me habría encantado charlar con él.
El mundo tiene sus perspectivas. B.B. King sigue tocando a sus ochenta años. Chuck Berry igual.
Ellos sí que viven la vida.
Las drogas cortaron otras...