Autor Tema: 7 de noviembre de 1992  (Leído 410 veces)

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Desconectado Marcelo Quatraro

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7 de noviembre de 1992
« on: Noviembre 07, 2004, 11:29:26 am »
Fue la 1a vez que un rolling stones toco en Argentina, para los que estuvimos presentes fue algo inolvidable, Keith Richards en Buenos Aires.

Quiero acercarles algunas cosas de aquellos "buenos tiempos". que estan disponibles en Midnight Rambler
http://www.rollingmania.com/rs_2001/keith_1992/default.htm

saludos stones ...y que lo disfruten


Diario Clarin 9/11/92

KEITH RICHARDS:
EL ROCK ESTA DE SU LADO


Espectáculos
Por Segio Marchi
Guillermo Alerand
 
 
Era aproximadamente la una y media de la madrugada del domingo y 45.000 brazos se agitaban curiosamente para despedir al gran maestro del rock and roll, Keith Richards, quien junto a sus músicos saludaban felizmente al publico después de tocar su segundo bis, Connection. El sueño de miles comenzaban a tomar forma de recuerdo: un Rolling Stone había rockeado en la Argentina.

Los locales Ratones Paranoicos con la ayuda de Pappo, que levanto ovaciones en los temas finales, habían colocado a la audiencia en temperatura de rock and roll. Joe Cocker realizó un set impecable que domino la ansiedad imperante gracia a su entrega y solvencia. La cuenta regresiva se acercaba al punto de detonación, fogueada por el estático fervor del publico que vaticinaba a coro: "Mire, mire que locura / mire, mire que emoción /esta noche toca Richards / el año que viene tocan los stones".

Medianoche del sábado momento indicado para escuchar esa música ardiente. Se apagaron las luces y en medio de un griterío infernal Keith Richards y los miembros de su banda, The X-Pensive Winos dieron comienzo a la fiesta con Take It So Hard y Eileen. La gente se abrazaba, victoreaba y rugía enloquecida. "Hola Argentina, estamos contentos de estar aquí, saludo Richards después del cuarto tema. El escenario se tiño de azul y la densa atmósfera de Gimme Shelter clásico de los Rolling Stones provoco y estallido de emoción. Eso fue lo ultimo que Richards necesito para soltarse del todo shockear a la masa enardecida.

Pero el instante mas electrizante llegaría cuando sonaron los acordes de Time is on my Sade (El Tiempo esta de mi Lado), la mas reconocida de las canciones que Richards incluyó en su set. Allí se pudo comprobar que un mismo sonido provocaba idénticas reacciones, tanto en jóvenes de quince años como en personas que superaban holgadamente la barrera de los 40 y que sentían bullir en la sangre la locura juvenil que el tema supo desatar en ellos años atrás. El tiempo quedaba disuelto en una canción inmortal. Richards hacia más evidentes sus mil arrugas en el rostro desplegando una franca sonrisa de satisfacción. Desde distintos puntos del estadio, varios músicos argentinos, entre los que se encontraban Charly García (acompañado por su banda), Luis Alberto Spinetta, Pappo y los Ratones Paranoicos, seguían las alternativas del concierto al igual que Joe Cocker, los integrantes de B-52´s y Os Paralamas do Sucesso.

Los temas de los Rolling Stones fueron dosificados con cuentagotas y Keith Richards se dedico primordialmente a presentar su nuevo materias solista, mechado con algunas paginas de su primer disco sin los Stones, entre los que How I Wish arranco calurosos aplausos. El reggae Too Rude, del repertorio stoneano hizo que los brazos se alzaran y que Richards presentará a los miembros de su banda: Steve Jordan en batería, Ivan Neville en teclados, Chaelie Drayton en bajo, Waddy Watchel en guitarra (de excelente perfomance) y los coristas Baby Floyd y Sara Dash.

Se acercaba el final y, para dejar concluida la parte oficial del repertorio, Keith Richards revivió un viejo rock de los Rolling, Happy, ante la felicidad del público, que ovacionó al guitarrista cuando, apoyándose en los parlantes, realizó unos solos exquisitos. Después llegarían dos bises que sirvieron para que la gente le mostrase a Richards todo su amor por medio de cánticos y alaridos. El sueño arribó al despertar cuando se encendieron las luces. Keith Richards, el más Stone de los Stones, con el cigarrillo casi transformado en ceniza, miró con sus intensos ojos marrones por última vez al gentío y se alejó con su risotada milenaria.


EL ARTE DE SER Y NO SER UN ROLLING STONE
Ya lo había dicho en una reciente entrevista con Clarín: "Los Rolling Stones puede llegar a convertirse en una prisión". Keith Richards sabe bien de lo que habla, porque sus treinta años de vida como músico han transcurrido dentro de esos sensuales barrotes que le han dado forma y fondo al rock and roll hasta constituirse en su mismísimo sello. Un sello que a la vez es un estigma: ¿cómo zafar del destino de seguir siendo siempre un Rolling Stone? Richards parece haber descubierto que el único camino de eludir tal cicatriz es, precisamente, seguir siéndolo, pero sólo en el sentido que traduce ese nombre: piedra rodante que no junta musgo, esa fuerza que empuja siempre hacia delante y que combate permanentemente contra el estancamiento y la parálisis.

Su carrera como solista, iniciada en 1988 durante un prologado paréntesis de la banda que comparte con su socio Mick Jagger, es una prueba de ello. Con The X-pensive Winos, Richards ha dado rienda suelta a sus predilecciones y caprichos musicales que, si en el sonido de su guitarra siguen teniendo la inconfundible marca Stone, a la vez visitan otras estructuras compositivas, ritmos más sostenidamente cadenciosos en los que ha aprendido a manejarse sin la grandilocuencia propia de La Banda Más Grande Del Mundo. El suyo, claro, no es un emprendimiento fácil; porque el mismo gigantismo de los Stones ha sabido en otras oportunidades servir de abrigo a su personalidad sencilla y sin estridencias. Pero Richards es el paradigma del rocker, y a los 48 años sabe cómo sobrevivir a los avatares de esa música que alguna vez, en los ardores de una carrera agitada, estuvieron a punto de matarlo.

Paradójicamente, el guitarrista eligió par el estreno mundial de su segundo disco en solitario a una ciudad y a un estadio que lo esperaban con el fervor y el número con que se espera a una superestrella. Los nervios que le hicieron cambiar cuatro veces de vestuario y aparecer casi con una hora de demora sobre el escenario hablan, por el contrario, de una estatura tan frágil como humana. Pero cuando su guitarra pegó el primer chasquito, todas las especulaciones estallaron en mil pedazos y las fiestas del rock de todos los tiempos tuvo lugar en el barrio de Liniers. Allí estaba por fin el icono, luchando a brazo partido con sus seis cuerdas para salir de la prisión de los Stones sin dejar nunca de ser un Rolling Stones, abriendo sus piernas y canturreando con voz aguardentosa mientras miraba agitarse entre el público una bandera. Esa que le sacaba la lengua más famosa de la historia del género, la que el mismo Keith Richards ayudó a imponer como un símbolo sobre el planeta rock.

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Postales de un Stone en Baires
 
Revista Barrio Jalouin
10-1993
Por Bobby Flores
 
 
YO SOÑÉ con Keith Richards. Soñé con él cuando ni sabía quiénes eran. En realidad yo entré a los Stones por una película, Gimme Shelter. Los había escuchado, pero no sé por qué no les había prestado atención. Después de ver la película, la imagen que retuve fue la de Keith Richards tocando la viola con una camisa acampanada. No era el más lindo, no era el que más aparecía en la película, pero a la noche, desde mis catorce años, fue él quien me produjo un sueño. Las chicas aullaban cuando aparecía Jagger, pero cuando lo vi a Richards yo sentí que algo sucedía en mi cabeza.

En una ocasión, Daniel Grinbank me dijo: «Cuando venga Keith Richards yo lo voy a llevar para que lo tengas vos solo en tu programa». Por supuesto, no le creí. Pensé en que lo vería en la conferencia de prensa, o que me iban a llevar al hotel para presentarme entre cincuenta más. Cuando llegué a la radio me dijeron: «Sacá todo, que no quede nadie». Sentí una excitación tan grande que sólo puedo equipararla a cuando estaba por debutar .

Fue una sensación increíble. Recuerdo que pensé: «Lo que me va a pasar ahora no lo voy a olvidar nunca más y va a estar todo preparado para que sea un buen recuerdo dentro de unos años» .

Apareció el mono acá y me abrazó. Yo había preparado un pequeño discursito en inglés para decirle todo lo que sentía de tenerlo aquí. El tipo me palmeó y me dijo que era «very funny», y se quedó una hora y media con nosotros tomando vodka. Fue exactamente lo que yo esperaba que fuera. No hubo sorpresas: fue lo más grande.

Pensé: «Este tipo me va a trasladar a otro lado» .Después tuve oportunidad de cruzármelo en otros lugares, estuve en la prueba de sonido de la banda o anduve pegado a él en otros momentos, y me di cuenta de que tiene reacciones que son increíbles para lo que se supone que es una megastar del rock. Por ejemplo, anda siempre rodeado de calaveras (camisas, anillos, colgantes con calaveras). Yo le pregunté acerca de la razón de ello; y pensé que me iba a contestar con alguna huevada tipo heavy metal, «los vamo' a matar a todos» o algo así. Sin embargo, me contestó: «Tengo calaveras porque en definitiva me recuerda lo que somos. No somos más que esto. Fuera de esto podemos ser negros, pelados, altos, tener mal aliento, pero siempre, finalmente, somos esto».

Todo lo que hace tiene un fundamento. Cada paso que da el tipo tiene un sentido.

Keith Richards es uno de los tipos más queridos del rock. No ocurre lo mismo con Jagger, por ejemplo. El motivo es que Richards siempre es él. Se cuelga una guitarra y toca como respira. Un tipo así nunca te va a hacer una cagada, porque ya sabés como es. Sucede lo mismo que con los pibes. Si te pega una patada de entrada, ya sabés que te vas a llevar mal, no jodas con ése. y si te da un beso te va a querer. Keith Richards es lo mismo: no tiene una doble cara. Tiene una. Si te gusta, mató. y si no, no le das pelota.

Yo llegué al blues después de escuchar Amor en vano, de Robert Johnson, en una versión de los Stones. A partir de los Stones llegué a todos. Incluso al reggae llegué a través de ellos. Tal vez no llegué al purismo musical, pero a todo lo demás llegué gracias a ellos.

Richards se copó con Buenos Aires. Yo aprendí a amar a esta ciudad después de ver cómo tipos como él, Iggy Pop, Sting, Peter Gabriel, se copan de verdad con ella. No es la onda de que llegan, se encierran en el hotel, van a tocar y se van. Buenos Aires llama a salir. Sé que los Stones vienen a Buenos Aires porque Richards los trae.

Los Stones para mí fueron un parámetro concreto en todos los órdenes de la vida. y aún hoy lo son. El otro día nos reencontramos con un amigo después de un par de años de distanciamiento furioso, y nos dimos cuenta de que seguíamos siendo tan amigos como siempre, sólo que las circunstancias nos habían separado. Alguien que nos vio nos dijo:

« U stedes son como los Stones en la película.. .Cuando alguien le pregunta a Keith Richards por qué estuvo cuatro años peleado con Mick Jagger le contesta: «iy qué sé yo! Estuvimos cuatro años peleados, y ahora nos amigamos, y después nos vamos a pelear de nuevo». Esa actitud de los tipos es muy valorable, porque denota cierta auténtica humanidad.

A los quías se les murió Brian Jones y todos pensaron que ahí se pudría todo. Era el lindo, era el guitarrista, era el volado... «¿Cómo siguen ahora?», se preguntaba el mundo.

y siguieron. Se les va Mick Taylor... y encuentran otro mejor. Ahora se va Bill Wyman.

y ya están grabando otro disco.

Los Stones tienen esa imagen de video-game: te atacan los extraterrestres y destruyen un ala de tu nave, pero lo importante es continuar en el juego. A los tipos los van desgarrando con juicios, con muertes, con el tiempo... y siguen. La hacen solos y la rompen. Se juntan y la rompen.

No sé si musicalmente son buenos o no. El único oído que tengo es para el rhythm and blues, y eso es gracias a los Stones. Los puristas de la música te dicen que no aportaron nada, pero no comprenden que es un fenómeno que va mucho más allá de lo musical.

Tampoco se trata de una moda. No se le puede robar el look de Keith Richards, porque ese look sólo pertenece a Keith Richards. Pasa por la actitud que tienen ante la música y ante la vida. Ellos siguen, y siguen, y siguen... y son cada vez más grandes. ¿Dónde va a parar esto? No lo sé. Van a morir los cinco y seguramente va a aparecer otro que lo hicieron ellos.

Los Stones ya están más allá del tiempo.
 
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Comentario Personal (Marcelo Quatraro)

El sábado estaba todo preparado para el festejo...casi 40.000 fans daban presente con sus remeras stones..la noche mostraba una luna llena a pleno..pero faltaba el anfitrión..estaba todo listo......

Pero lo mejor estaba por venir...cuando Keith salió al escenario y comenzó a llenarlo de rock, reggae and R&B, recién ahí nos dimos cuenta de lo grosso que va a ser ver a los Stones en la Argentina.

Keith recorrió todo el escenario como si estuviera tocando en la pieza de un hotel, la guitarra sonó por momentos endemoniada y los X-pensive Winos es una banda excelente que se acopla a la perfección con el feeling de Keith.

El recital tuvo picos tremendos (Take it so hard, Gimme Shelter,Time is on my sade, Too rude, Hate it when you leave) pero lo máximo fue durante Happy..Keith se apoyó contra un parlante y su imágen era la de un tanguero apoyado sobre un farol.

Keith y su banda nos mostraron como es un recital de rock realizado desde las raices del R&B.

Nosotros le mostramos a Keith nuestra idolatría y la necesidad de tener a los Rolling Stones siempre cerca de Argentina....para mezcla ...que más se puede pedir...

Marcelo A. Quatraro.

DGOTH

  • Visitante
7 de noviembre de 1992
« Respuesta #1 on: Noviembre 08, 2004, 11:22:23 am »
Gracias Marcelo:que recuerdo,me hace hagarrar la piel de gallina ,lo que mas recuerdo es que fui con mi viejo,que lindo.....muchas gracias.
     un abrazo diego